
El Messi de las últimas dos temporadas es, por lejos, el mejor Messi de todos. Alcanzó un grado de madurez en su juego y en su personalidad que desde su debut aún no había logrado, y es más importante que nunca en el rodaje ofensivo del Barcelona y de Argentina.
Ya no es más un pichón de crack. Ahora es el mejor jugador del mundo sin dudas. Se enoja, discute con algún rival, patea un micrófono y grita el gol con bronca. Seguramente Guardiola, que le ha dado un rol en el Barsa más creativo y no sólo para definir, ha sido importante para el progreso del 10.
A nivel Selección, lamentablemente, todavía no se ha visto lo mejor, si bien ya se nota el desarrollo antes mencionado. Sin embargo, en el equipo de Batista, Messi es claramente superior al Lío del ciclo Maradona, aún con esquemas iguales (hablando del 4-3-3 mundialista en Sudáfrica 2010, claro).
Aquella Selección maradoniana tenía un mediocampo sin control ni pausa, únicamente con vértigo, ya que Di María y Maxi Rodríguez no son jugadores de pisar la pelota y frenar el ritmo, tampoco Mascherano. Eso hacía que Messi se retrase mucho como para poder recibir cómodo la pelota, pero siempre a más de 40 metros del arco rival y sin opciones claras de pase.

Hoy, los tres integrantes del mediocampo son volantes centrales, generalmente Masche con Banega y Cambiasso, en su defecto Gago y Biglia. Quizás sea el otro extremo este, con exceso de dominio y pelota bajo la suela, y poco y nada de vértigo. Pero estos nombres, a lo mejor sin potenciarlo al 10, por lo menos no lo perjudican. No debe bajar al círculo central a agarrar el balón, tiene pase afuera y adentro, y es él, a lo sumo Di María y Lavezzi (o Tevez y Agüero) quienes deben acelerar y proponer el vértigo, es decir, los delanteros y no los volantes, y así el equipo no queda descompensado tampoco.

No sería justo decir que el Checho logró potenciar a Messi, al menos no por ahora, pero ojalá se pueda post Copa América. Lo cierto es que el jugador logró un nivel superlativo en los últimos años, y de a poco en la Selección se comienza a entenderlo.
Matías Fabrizio
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